Nuestra Historia

Localización: Pola de Lena, Asturias (ESPAÑA)
Fecha de Formación: Octubre 2004
Estilo(s) musical(es): Comedy, Spoken Comedy, Musical Comedy, Reggae, Rock, Alternative/Indie-Rock, Alternative Pop/Rock, Pop/Rock
Influencias: Richard "Rick" Blaine, Teniente John J. Dunbar, Armin Tanzanian, Butch Cassidy&The Sundance Kid, Frankie Dunn, Robert Kincaid, Manuelito Navajo, José Luis Fernández "El More"

Tomi Elindio acababa de salir de la cárcel de La Picota en Bogotá, por supuesto sin un solo peso en el bolsillo y con muchas historias que olvidar, de esas que ni siquiera tres años y un día dando vueltas a un campo de baloncesto pueden desterrar de tu memoria.

En la puerta del penal un coche destartalado aparcado encima de la acera. Sobre el capó, con gafas de sol y barba de ocho días, despeinado pero oliendo a rosas esperaba Ger.G:

- "Me envía Deivid...en la guantera encontrarás un billete de avión a París y dinero suficiente para que te des un baño y una cena en el Cosmos 100. Tu avión sale por la mañana. Debes de estar en el Dorado dos horas antes. Tomi, no te juegues la pasta y sobre todo...no llegues tarde".

Las llaves estaban en el contacto y Tomi conocía demasiado bien el camino entre la cárcel y el Cosmos 100. El motor se puso en marcha a la tercera, Ger.G se hizo a un lado:

- "¡Eh, me alegro de verte!".

Tomi pisó el acelerador y salió a escape de la que durante demasiado tiempo había sido su casa. Estos tres años a la sombra le habían hecho reflexionar profundamente y había llegado a la conclusión de que no estaba dispuesto a desayunar tamales siete días por semana nunca más y, sobre todo, no volvería a pasar otro día condenado a privarse de un Campari con naranja a la hora del aperitivo. Así que tomó rumbo al Parque de la 93 buscando una de esas terrazas donde nadie hace demasiadas preguntas.

El Hall del Cosmos 100 le pareció más que nunca un dulce hogar. Rufo, el perro policía de la entrada, le saludó como si no hubiese pasado el tiempo. Habían sido muchos meses sacándole bollos del buffet libre del desayuno.

Se acercó al mostrador de la recepción Walter, un mulato de 1.90, espaldas infinitas y amable sonrisa:

- "¿Qué hubo doctol?. ¡Cuanto tiempo sin verle!. ¿Ha estado fuera del país?".

- "Sí, Walter, he estado fuera de todo, ¿está disponible mi habitación?".

- "Lamentablemente está ocupada doctol, pero ahorita mismo le ubico en su planta. ¿No trae usted maletas?".

- "No, en esta ocasión lo traigo todo encima,...todo. ¡Ah!...llámame a Don Álvaro, necesitaré un taxi. En el aparcamiento hay un coche azul que desentona, uno de esos modelos coreanos. No es gran cosa pero a tu hermano le servirá...Walter, avísame si llega alguien que no conozcas, ya me entiendes...También voy a necesitar un par de trajes y unos zapatos. Que no sean italianos. No funcionan cuando hay nieve."

Tras un baño reparador y una buena cena, Tomi Elindio tomó un "lemon-soda" en el piano bar del hotel. Había estado mucho tiempo sin escuchar buena música y de espaldas al grupo de jazz dejó reposar su nuca sobre la piel de aquel sillón de orejas.

De repente, algo le sacó de aquel estado de relax absoluto. Un sonido que podría reconocer en cualquier parte golpeaba las paredes del ambigú del Cosmos 100. Sobre una base del jazz más neoyorquino, una trompeta improvisaba en versión muy libre "El Manisero". Ella se llamaba Júpiter, él...Emilito Ortiz.

Cuando la actuación hubo acabado Emilito Ortiz se acercó a Tomi. Ambos se fundieron en un abrazo:

- "Ha pasado mucho tiempo mi he´mano".

- "Sí, Emilio, y con él muchas cosas...Mañana me voy a París, Deivid quiere verme, no sé que se traerá entre manos...".

- "Yo también estaba pensando en cambiar de aires, tú ya sabes, asere, que no aguanto mucho tiempo la misma vaina".

- "¿Cuánto tiempo hace que no ves a los muchachos, Emilito?".

- "Desde que me fui a la pinga aquella del Casino de Monteca´lo".

- "¿Y qué estás haciendo en Bogotá?".

- "Me casé con una colombiana en Ibisa. Es la hija de un general de acá, pero si mi he´mano Elindio me dice que me vaya con él, la mando a la pinga ahorita mi´mo. Esa mujer me tiene loco, asere".

La mañana siguiente llegó, como casi siempre ocurre en libertad, demasiado pronto. Don Alvaro estaba esperando en el coche de su esposa en la Carrera 100 frente a la puerta del Cosmos. Tomi Elindio apareció atravesando la puerta giratoria de la entrada. Su único equipaje, la sonrisa del que reencuentra a un viejo amigo:

- "¿Qué le ha pasado a tu taxi?".

- "¡Oh, no es nada, Tomi!. Hoy tenía pico y placa y aprovechando que mi esposa ha vuelto a perdonarme...".

- "Eres incorregible Don Alvaro. Debo llegar al aeropuerto de El Dorado en media hora, pero primero hay que pasar a recoger a alguien en el hotel Baviera".

- "Listo, listo, doctor, no hay problema".

La voz del comandante despertó a Tomi:

- "En breves momentos comenzaremos la maniobra de aterrizaje sobre el aeropuerto Charles de Gaulle, permanezcan sentados y con los cinturones de seguridad abrochados...".

París recibía a Tomi tres años después entre la niebla, la misma niebla de otras tantas veces, en otros tantos aeropuertos, sobre todo...éste.

Al salir de la terminal, un coche esperaba a Tomi y a Ortiz subido a la acera. Sobre el capó del mismo, con gafas de sol (pese a la niebla), barba de seis días, despeinado y con una azafata de Air France tratando de oler las rosas, estaba Ger.G.

Tomi Elindio se acercó al arroyo y paró a un taxi inmediatamente:

- "Señorita, si sabe lo que le conviene se subirá a este taxi y arrojará por la ventanilla el teléfono que ese caballero acaba de darle. Y ahora, si nos disculpa...".

Ger.G se puso al volante, Emilito y Tomi iban detrás. El coche, tras unos diez minutos, tomó el Boulevard de Sébastopol. Al llegar a la Gare du Nord dobló a la izquierda como quien va al Sacré Coeur, pero en lugar de eso comenzó a callejear por el laberinto de calles de Montmartre. Llegados a una pequeña plazuela, Ger detuvo al auto, esperó unos momentos y se bajó del coche.

Se acercó a un pequeño café que hacía esquina y entró. Pasaron unos segundos y volvió a aparecer bajo el quicio de la puerta, encendió un cigarrillo y permaneció fumando en el umbral. Pasaron tres minutos más. Ger se hizo a un lado y una pareja abandonó el café entre arrumacos. Entonces Ger.G dejó caer el pitillo y lo apagó con una de sus botas.

Tomi y Emilito salieron del coche.

Simultáneamente por otras bocacalles de la plaza surgieron sospechosos paseantes con una misma dirección, La Belle Aurore, el pequeño café de la esquina.

La noche dejaba caer su negro manto en París y las farolas que alumbraban la Place du Armá eran pequeños recortes en la acera.

Así pues, la luz de la luna llena se encargó de hacer las presentaciones. Poco a poco aquellos paseantes se convirtieron en figuras mucho más familiares que fueron entrando en el pequeño local.

Un tipo de aspecto inequívoco al que Tomi no había visto nunca fue el último. Tras él, el camarero extrañamente familiarizado con la situación echó la llave y colgó un cartelito: "Fermé. Excusez-nous les ennuis".

El aparentemente inofensivo maître era Jean Rovarino, conocido por la Gendarmerie como el "Bob Dylan de Limoges". Un ladrón de guante blanco con cara de no haber roto un plato y corazón de hielo. Pero, eso sí, un caballero.

La imagen que ofrecía el pequeño cenáculo de "La Belle Aurore" era incomparable. Dioses del viento llegados de ambos lados del planeta, un ladrón de corazones mago de las cuatro cuerdas, el espíritu del ritmo con sus tambores de guerra, un tipo de aspecto inequívoco, el "Bob Dylan de Limoges", Deivid Jacome, Tomi Elindio y, en un oscuro rincón, un extraño pianista que amenizaba la escena.

Deivid y Tomi se fundieron en un abrazo:

- "¡Como pasa el tiempo!".

- "Es cierto. Y con él muchas cosas...".